miércoles, junio 25, 2014

Naturaleza y Maldad Humana


Los animales no viven "en armonía con la naturaleza". Depredan y se reproducen cuanto pueden, inconscientes del impacto que su existencia pueda tener en el medio ambiente. La razón por la cual los animales no se convierten en plagas y destruyen sus propios ecosistemas es que éstos a han evolucionado a la par de ellos y por lo tanto tienen diversas formas de mantener sus números dentro de cierto equilibrio.

El problema con los seres humanos es que, gracias a sus capacidades cognitivas, han superado todos los mecanismos por medio de los cuales la naturaleza mantenía sus números equilibrados: no tiene prácticamente depredadores, ha descubierto la cura a muchas de sus enfermedades y ha ingeniado formas de producir alimentos para una población siempre creciente. Lógicamente, su huella sobre el mundo ya se empieza a sentir.

Eso mismo sucede cuando especies invasivas son introducidas en ambientes extraños en los que no tienen depredadores ni competidores: se convierten en plaga. Eso sucedió con los conejos en Australia, o las serpientes en la isla de Guam; se reprodujeron incontrolablemente y causaron estragos en el ecosistema. En ningún momento los conejos en Australia se detuvieron a pensar "caray, quizá no deberíamos multiplicarnos ni comer tanto, porque dañaremos a la Madre Naturaleza". Sólo siguen su instinto de reproducirse y depredar.

No es que el ser humano sea más malvado que otros animales. De hecho, es el único que adquiere consciencia de su lugar en la naturaleza y le da un valor moral a su conservación. Es el único animal que se dice "Caray, deberíamos reducir nuestra tasa de natalidad", "Chispas, deberíamos usar menos recursos" o "Cáspita, deberíamos tratar humanamente a los otros animales". Es el único animal que se siente culpable por sus acciones, el único que predica un odio hacia sí mismo...

Algunos, por lo menos. Muchos otros siguen obedeciendo su instinto de reproducirse y depredar, inconscientes de su impacto en el mundo que los rodea, igualito que los conejos de Australia. Nuestro problema no es que seamos muy humanos; nuestro problema es que seguimos siendo muy animales.