Llegó el momento de hablar del Peje...
En las elecciones del 2006 ojalá hubiera ganado AMLO; seguro no viviríamos en una utopía socialista, pero por lo menos no nos habríamos hundido en la guerra civil en las que nos metió esa bestia que fue Calderón.
En las del 2012 intenté votar por AMLO, pero no tuve certeza de que mi voto halla contando debido a las practicas fraudulentas de aquel IFE para con los que votamos desde el extranjero. El sexenio de Peña Nieto fue peor de lo que imaginaba en temas como la inseguridad y la corrupción: año tras año se rompieron los récords de violencia (y éste ha sido el proceso electoral más violento de la historia), y el gobierno quedó desprestigiado ante el mundo.
No me clavaré con esto ahora, pues en un futuro quiero escribir una síntesis del desastre que ha sido el gobierno peñista. Lo único bueno es que ante tanta incompetencia el PRI se ha vuelto a joder solito (los creía más listos y diabólicos), y de nuevo retrocede hasta el tercer lugar en esta competencia y seguro que el siguiente mandatario no provendrá del Tricolor.
Este 2018 es una vergüenza que el "Bronco" (el verdadero Trump mexicano), vaya a estar en las boletas y Marichuy no. Habla muy mal de nuestro país.
No simpatizo con el Peje. No representa, en su persona ni en su organización, a la izquierda que yo quiero. Peor: con su insistencia en ser el líder único e indiscutible por tres elecciones presidenciales, ha impedido que surja otra opción de izquierda, más moderna e ilustrada. Este caudillismo ha sido un lastre para la evolución de la izquierda en nuestro país: desde 1988, en treinta años, hemos tenido sólo a dos candidatos presidenciales. Lamentable.
Sí creo que en 2012 era el “peor es nada”. De hecho, significaba, a pesar a de sus defectos, una opción por mucho preferible. Ahora, se ha vuelto más pragmático, al parecer, y preferido hacer alianzas que le hagan más fácil el camino al poder que aferrarse a la pureza ideológica. Eso sería bastante aceptable, de no ser porque entre sus aliados se encuentran impresentables con tremendos historiales de corrupción, oportunistas que están ahí porque su propio partido no les dio hueso y, para colmo de males, los talibanes cristianos del Partido Encuentro Social (y no olvidemos al yunquista Manuel Espino).
AMLO me exaspera. Mas no me asusta. Como lo dije hace tiempo a unos zombies antipeje, el miedo contra AMLO es totalmente infundado. Se basa muchas veces en la ignorancia (no saben qué es el socialismo, ni entienden que el Peje no es, pero ni de chiste, socialista) o de plano en el clasismo contra “los nacos, pobres e ignorantes que votan por Morena”. Nacos y pobres, a lo mejor sí somos, señora, pero ignorantes no, no me friegue! Que usted no sabe ni dónde está Venezuela #LOL
Los zombies antipeje no saben ni a qué le tienen miedo. La aversión hacia AMLO puede ser comprensible. Vaya, hasta puedo entender que encuentre en Anaya un candidato más cercano a su forma de pensar. Lo que me parece ridículo es ese miedo al Peje, ese terror a lo que pueda hacer con México. ¿Qué va a hacer?
Este texto de Antonio Salgado me parece de lo mejor y más sensato en estos días en los que tan poquita gente quiere detenerse a pensar con serenidad. Todo lo que podamos a criticar al Peje lo tienen los demás candidatos:
Muchos temores carecen completamente de sustento. Aunque ha insistido mucho en fortalecer el mercado interno, AMLO se ha manifestado a favor del TLCAN y de una economía abierta; ni proteccionismo ni expropiaciones ni nada de eso han estado jamás entre sus proyectos declarados, ni en su historial como mandatario.
Tampoco es más autoritario que el cacique partidista promedio. Pero es insensato pensar en dictaduras y tonterías similares. El gobierno encabezado por AMLO no será más corrupto, ni más autoritario ni más incompetente de lo que hemos visto, ni de lo que serían sin duda los gobiernos encabezados por Anaya o Meade.
Ojo, que no pretendo hacer un Tu quoque. Estoy señalando esto para mostrar que no hay por qué temer más al Paje que a cualquier político. De hecho, en ese sentido, AMLO es dolorosamente ordinario. Ni mesías ni anticristo. Ni Chávez, ni Trump, ni siquiera Echeverría. Pero, por lo mismo, tampoco su proyecto tiene mucho que decir a su favor. ¿Qué tiene AMLO que presumir para ser “la esperanza de México”? ¿Se acabará la corrupción? Poco probable, con tanto corrupto en su coalición y dado su historial de resultados en el tema. ¿Promoverá políticas socialmente progresistas? Lo dudo mucho, con el PES entre sus filas, y con el mochismo propio de Andrés Manuel.
Como dice este caballero, en realidad existen varios Morenas. Está el de los izquierdistas comprometidos, desde radicales a los que no les parecería mal que de verdad AMLO nos convirtiera en Cuba o Venezuela (con todo el poder de su autoridad si es necesario), hasta progres moderados de café orgánico. Está también la bola de oportunistas y corruptos en espera de su hueso. Los izquierdosos convencidos quieren pensar que los aliados incómodos (especialmente el PES) tendrán poca influencia en las decisiones de gobierno; que de verdad, sólo están ahí para sumar votos y que sea posible, ahora sí, que Andrés Manuel llegue al poder para hacer lo que se necesita y regenerar la nación. Que la alianza no sólo es aceptable, sino que es una estrategia brillante.
¿Siquiera conocen al gabinete de Andrés Manuel? También quisiera creer que son los profesionales preparados y de ideas progresistas en su equipo (gente que me merece respeto y en la que deposito esperanzas tímidas), y no los corruptos, los magufos y los pseudointelectuales, los que tendrán peso. Pero me temo que esas esperanzas al final serán wishful thinking. Esas alianzas no son gratuitas, y si AMLO gana algo tendrá que pagar a todos los que lo apoyaron.
Ahora, no digo que la opción de AMLO sea exactamente igual a las otras dos. Sí hay algunos puntos que me inquietan de verdad y otros que me esperanzan. Entre los que me esperanzan, están el hecho de que AMLO siempre ha tenido un compromiso real con la justicia económica. Vuelvo al texto de Antonio Salgado sobre lo que realistamente podemos esperar: redistribución de la riqueza a través de programas sociales, mejora de servicios básicos como salud y educación, que contribuya a una reducción de las desigualdades económicas tan monstruosas que estamos viviendo.
Por supuesto, como izquierdista, esto me parece muy bien. A los derechistas esto les parecerá distópico; ahí tienen una razón, no diré válida, sino comprensible, para oponerse a AMLO. Una discusión sobre la política de distribución de la riqueza y el Estado de bienestar requeriría un espacio que aquí no tenemos.
Pero, por otro lado, AMLO no ha prometido cobrar más impuestos a los que más tienen, en especial a esos grandes empresarios beneficiados por los regímenes panistas y priistas. Él dice que el dinero para esos programas sociales vendrá de lo que nos ahorraremos combatiendo a la corrupción. Todo bien, pues somos uno de los países más corruptos del mundo y mucha riqueza se pierde en corruptelas. Pero no sé cómo le va a hacer para acabar con ella, con tanto corrupto en su equipo. No sé si de verdad es tan ingenuo que piensa que poniendo el ejemplo él mismo todos dejarán de ser corruptos. No sé si es que tiene un plan real, pero lo mantiene en términos generales y abstractos para no asustar a alguien…
La razón que más me entusiasma para votar por el Peje son aquellos que le temen al Peje. Pienso que lo más ilustre que tiene Andrés Manuel son sus enemigos: Priistas, panistas, empresarios corruptos, derechairos en general… El maldito statu quo. La clase pudiente cegada por sus privilegios y carcomida por sus prejuicios a la que Anaya representa. La tecnocracia indiferente a la vida real de los mexicanos reales a la que Meade representa. La élite extractiva que se hace rica con la miseria de millones de mexicanos. Están temblando de miedo, y merecen temblar de miedo. Porque, como lo veo, esta elección es entre un statu quo podrido que ya no da más de sí, y una alternativa que puede salir bien o mal, pero que no hemos probado.
De hecho, lo que temo no es que el Peje vaya a ser otro Chávez (si alguien lo cree, permítanme que lo señale con el dedo y me ría), sino otro Fox: alguien elegido para destruir al statu quo, pero que resultará que el statu quo se perpetuará a través de él. Que baste con que vayan a pedirle perdón y un lugar a su lado para que la misma clase política de siempre termine en el poder, mientras el pueblo se queda esperando el cambio.
Creo que la oportunidad del cambio en México está en la organización de la ciudadanía, no en la redención que prometan los gobernantes. Pero claro, hay que juzgar bajo qué gobiernos una organización ciudadana fuerte puede ser más factible. Me gusta pensar que una victoria de AMLO desajustaría la estructura partidocrática, con los poderes y niveles de gobierno divididos entre los diferentes partidos. Sin un poder monolítico, esta situación podrían aprovecharla las organizaciones de la sociedad civil, los candidatos independientes, los grupos activistas, que tendrían una mayor oportunidad de crecer y tener influencia en el rumbo del país.
Peeero… Estas elecciones, tan polarizantes, han hecho que la gente saque sus mejores dobles estándares y malabares del sesgo cognitivo. Lo que en su candidato es pasable, en el otro es imperdonable. Temo que este clima vaya a seguir así durante los siguientes años. Que los zombies antipeje hagan imposible cualquier reforma positiva, bloqueándola nomás por el resentimiento que le tendrán al nuevo gobierno. Temo que los pejezombies sean incapaces de reconocer cuando AMLO cometa errores o sus allegados sean cachados en actos de corrupción, y lo nieguen todo diciendo que es un compló contra su líder.
Así que, como ven, estoy confundido y contrariado con estas elecciones. Si se tratara de atenerme a mis principios, anularía mi voto y los mandaría a todos al carajo. Pero eso de mantenerse ideológicamente puro es un privilegio que no podemos darnos en estos tiempos. Así que, por pragmatismo, voy por el Peje, para luego ser tan crítico con él como lo fui con el idiota de Calderón y el imbécil de Peña. Porque, obvio, ni maiz que voto por el PRI o el PAN.
En conclusión, la pasión que despierta AMLO tendrá que explicárnosla la sociología. Él no merece ni nuestros miedos ni nuestras esperanzas. A menos que nuestros miedos sean muy mezquinos y nuestras esperanzas sean muy mediocres. En ese caso, nos merecemos a AMLO.
En las elecciones del 2006 ojalá hubiera ganado AMLO; seguro no viviríamos en una utopía socialista, pero por lo menos no nos habríamos hundido en la guerra civil en las que nos metió esa bestia que fue Calderón.
En las del 2012 intenté votar por AMLO, pero no tuve certeza de que mi voto halla contando debido a las practicas fraudulentas de aquel IFE para con los que votamos desde el extranjero. El sexenio de Peña Nieto fue peor de lo que imaginaba en temas como la inseguridad y la corrupción: año tras año se rompieron los récords de violencia (y éste ha sido el proceso electoral más violento de la historia), y el gobierno quedó desprestigiado ante el mundo.
No me clavaré con esto ahora, pues en un futuro quiero escribir una síntesis del desastre que ha sido el gobierno peñista. Lo único bueno es que ante tanta incompetencia el PRI se ha vuelto a joder solito (los creía más listos y diabólicos), y de nuevo retrocede hasta el tercer lugar en esta competencia y seguro que el siguiente mandatario no provendrá del Tricolor.
Este 2018 es una vergüenza que el "Bronco" (el verdadero Trump mexicano), vaya a estar en las boletas y Marichuy no. Habla muy mal de nuestro país.
No simpatizo con el Peje. No representa, en su persona ni en su organización, a la izquierda que yo quiero. Peor: con su insistencia en ser el líder único e indiscutible por tres elecciones presidenciales, ha impedido que surja otra opción de izquierda, más moderna e ilustrada. Este caudillismo ha sido un lastre para la evolución de la izquierda en nuestro país: desde 1988, en treinta años, hemos tenido sólo a dos candidatos presidenciales. Lamentable.
Sí creo que en 2012 era el “peor es nada”. De hecho, significaba, a pesar a de sus defectos, una opción por mucho preferible. Ahora, se ha vuelto más pragmático, al parecer, y preferido hacer alianzas que le hagan más fácil el camino al poder que aferrarse a la pureza ideológica. Eso sería bastante aceptable, de no ser porque entre sus aliados se encuentran impresentables con tremendos historiales de corrupción, oportunistas que están ahí porque su propio partido no les dio hueso y, para colmo de males, los talibanes cristianos del Partido Encuentro Social (y no olvidemos al yunquista Manuel Espino).
AMLO me exaspera. Mas no me asusta. Como lo dije hace tiempo a unos zombies antipeje, el miedo contra AMLO es totalmente infundado. Se basa muchas veces en la ignorancia (no saben qué es el socialismo, ni entienden que el Peje no es, pero ni de chiste, socialista) o de plano en el clasismo contra “los nacos, pobres e ignorantes que votan por Morena”. Nacos y pobres, a lo mejor sí somos, señora, pero ignorantes no, no me friegue! Que usted no sabe ni dónde está Venezuela #LOL
Los zombies antipeje no saben ni a qué le tienen miedo. La aversión hacia AMLO puede ser comprensible. Vaya, hasta puedo entender que encuentre en Anaya un candidato más cercano a su forma de pensar. Lo que me parece ridículo es ese miedo al Peje, ese terror a lo que pueda hacer con México. ¿Qué va a hacer?
Este texto de Antonio Salgado me parece de lo mejor y más sensato en estos días en los que tan poquita gente quiere detenerse a pensar con serenidad. Todo lo que podamos a criticar al Peje lo tienen los demás candidatos:
- ¿Corruptos y oportunistas en su partidos?
Check - ¿Alianzas aberrantes con partidos de ideología contraria o parásitos del sistema electoral?
Check - ¿Zafios y magufos en el gabinete?
Check - ¿Postura ambigua respecto a temas de equidad y justicia social?
Check - ¿Conservadurismo disfrazado de progresismo?
Check - ¿Propuestas trasnochadas desapegadas de la realidad mexicana?
Check
Muchos temores carecen completamente de sustento. Aunque ha insistido mucho en fortalecer el mercado interno, AMLO se ha manifestado a favor del TLCAN y de una economía abierta; ni proteccionismo ni expropiaciones ni nada de eso han estado jamás entre sus proyectos declarados, ni en su historial como mandatario.
Tampoco es más autoritario que el cacique partidista promedio. Pero es insensato pensar en dictaduras y tonterías similares. El gobierno encabezado por AMLO no será más corrupto, ni más autoritario ni más incompetente de lo que hemos visto, ni de lo que serían sin duda los gobiernos encabezados por Anaya o Meade.
Ojo, que no pretendo hacer un Tu quoque. Estoy señalando esto para mostrar que no hay por qué temer más al Paje que a cualquier político. De hecho, en ese sentido, AMLO es dolorosamente ordinario. Ni mesías ni anticristo. Ni Chávez, ni Trump, ni siquiera Echeverría. Pero, por lo mismo, tampoco su proyecto tiene mucho que decir a su favor. ¿Qué tiene AMLO que presumir para ser “la esperanza de México”? ¿Se acabará la corrupción? Poco probable, con tanto corrupto en su coalición y dado su historial de resultados en el tema. ¿Promoverá políticas socialmente progresistas? Lo dudo mucho, con el PES entre sus filas, y con el mochismo propio de Andrés Manuel.
Como dice este caballero, en realidad existen varios Morenas. Está el de los izquierdistas comprometidos, desde radicales a los que no les parecería mal que de verdad AMLO nos convirtiera en Cuba o Venezuela (con todo el poder de su autoridad si es necesario), hasta progres moderados de café orgánico. Está también la bola de oportunistas y corruptos en espera de su hueso. Los izquierdosos convencidos quieren pensar que los aliados incómodos (especialmente el PES) tendrán poca influencia en las decisiones de gobierno; que de verdad, sólo están ahí para sumar votos y que sea posible, ahora sí, que Andrés Manuel llegue al poder para hacer lo que se necesita y regenerar la nación. Que la alianza no sólo es aceptable, sino que es una estrategia brillante.
¿Siquiera conocen al gabinete de Andrés Manuel? También quisiera creer que son los profesionales preparados y de ideas progresistas en su equipo (gente que me merece respeto y en la que deposito esperanzas tímidas), y no los corruptos, los magufos y los pseudointelectuales, los que tendrán peso. Pero me temo que esas esperanzas al final serán wishful thinking. Esas alianzas no son gratuitas, y si AMLO gana algo tendrá que pagar a todos los que lo apoyaron.
Ahora, no digo que la opción de AMLO sea exactamente igual a las otras dos. Sí hay algunos puntos que me inquietan de verdad y otros que me esperanzan. Entre los que me esperanzan, están el hecho de que AMLO siempre ha tenido un compromiso real con la justicia económica. Vuelvo al texto de Antonio Salgado sobre lo que realistamente podemos esperar: redistribución de la riqueza a través de programas sociales, mejora de servicios básicos como salud y educación, que contribuya a una reducción de las desigualdades económicas tan monstruosas que estamos viviendo.
Por supuesto, como izquierdista, esto me parece muy bien. A los derechistas esto les parecerá distópico; ahí tienen una razón, no diré válida, sino comprensible, para oponerse a AMLO. Una discusión sobre la política de distribución de la riqueza y el Estado de bienestar requeriría un espacio que aquí no tenemos.
Pero, por otro lado, AMLO no ha prometido cobrar más impuestos a los que más tienen, en especial a esos grandes empresarios beneficiados por los regímenes panistas y priistas. Él dice que el dinero para esos programas sociales vendrá de lo que nos ahorraremos combatiendo a la corrupción. Todo bien, pues somos uno de los países más corruptos del mundo y mucha riqueza se pierde en corruptelas. Pero no sé cómo le va a hacer para acabar con ella, con tanto corrupto en su equipo. No sé si de verdad es tan ingenuo que piensa que poniendo el ejemplo él mismo todos dejarán de ser corruptos. No sé si es que tiene un plan real, pero lo mantiene en términos generales y abstractos para no asustar a alguien…
La razón que más me entusiasma para votar por el Peje son aquellos que le temen al Peje. Pienso que lo más ilustre que tiene Andrés Manuel son sus enemigos: Priistas, panistas, empresarios corruptos, derechairos en general… El maldito statu quo. La clase pudiente cegada por sus privilegios y carcomida por sus prejuicios a la que Anaya representa. La tecnocracia indiferente a la vida real de los mexicanos reales a la que Meade representa. La élite extractiva que se hace rica con la miseria de millones de mexicanos. Están temblando de miedo, y merecen temblar de miedo. Porque, como lo veo, esta elección es entre un statu quo podrido que ya no da más de sí, y una alternativa que puede salir bien o mal, pero que no hemos probado.
De hecho, lo que temo no es que el Peje vaya a ser otro Chávez (si alguien lo cree, permítanme que lo señale con el dedo y me ría), sino otro Fox: alguien elegido para destruir al statu quo, pero que resultará que el statu quo se perpetuará a través de él. Que baste con que vayan a pedirle perdón y un lugar a su lado para que la misma clase política de siempre termine en el poder, mientras el pueblo se queda esperando el cambio.
Creo que la oportunidad del cambio en México está en la organización de la ciudadanía, no en la redención que prometan los gobernantes. Pero claro, hay que juzgar bajo qué gobiernos una organización ciudadana fuerte puede ser más factible. Me gusta pensar que una victoria de AMLO desajustaría la estructura partidocrática, con los poderes y niveles de gobierno divididos entre los diferentes partidos. Sin un poder monolítico, esta situación podrían aprovecharla las organizaciones de la sociedad civil, los candidatos independientes, los grupos activistas, que tendrían una mayor oportunidad de crecer y tener influencia en el rumbo del país.
Peeero… Estas elecciones, tan polarizantes, han hecho que la gente saque sus mejores dobles estándares y malabares del sesgo cognitivo. Lo que en su candidato es pasable, en el otro es imperdonable. Temo que este clima vaya a seguir así durante los siguientes años. Que los zombies antipeje hagan imposible cualquier reforma positiva, bloqueándola nomás por el resentimiento que le tendrán al nuevo gobierno. Temo que los pejezombies sean incapaces de reconocer cuando AMLO cometa errores o sus allegados sean cachados en actos de corrupción, y lo nieguen todo diciendo que es un compló contra su líder.
Así que, como ven, estoy confundido y contrariado con estas elecciones. Si se tratara de atenerme a mis principios, anularía mi voto y los mandaría a todos al carajo. Pero eso de mantenerse ideológicamente puro es un privilegio que no podemos darnos en estos tiempos. Así que, por pragmatismo, voy por el Peje, para luego ser tan crítico con él como lo fui con el idiota de Calderón y el imbécil de Peña. Porque, obvio, ni maiz que voto por el PRI o el PAN.
En conclusión, la pasión que despierta AMLO tendrá que explicárnosla la sociología. Él no merece ni nuestros miedos ni nuestras esperanzas. A menos que nuestros miedos sean muy mezquinos y nuestras esperanzas sean muy mediocres. En ese caso, nos merecemos a AMLO.
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