El pasado 28 de septiembre, el presidente Enrique Peña Nieto hablo ante la Asamblea General de la ONU, y entre otras cosas advirtió acerca de los peligros del populismo que, según él, tiene amenazado al mundo entero. Y yo me pregunto: Peña, ¿de qué putas estás hablando?
No es la primera vez que EPN trae a colación el asunto; ya lo había mencionado en su tercer informe de gobierno, y la advertencia ha estado presente en algunas otras declaraciones de políticos de su partido. Pues yo me pregunto, ¿a qué viene esto? ¿Por qué advertir contra el populismo cuando nuestro país pasa por crisis de: derechos humanos, inseguridad, economía, desconfianza en el gobierno, y demás? ¿Por qué de pronto le preocupa al gobierno eso del populismo?
Algunos conocidos me han dicho que no se debe confundir "populismo" con el peyorativo "demagogia". Según ellos, "demagogia" es un término indiscutiblemente negativo que implica la manipulación de las pasiones y deseos del pueblo para beneficio del demagogo. "Populismo" sería un término más neutral para describir un tipo de política que se enfoca en el bienestar del pueblo. Como sea, y para no meternos en camisa de once varas, creo que es seguro afirmar que Peña Nieto y sus achichincles usan "populismo" como sinónimo de "demagogia".
Va, pues, a Peña le preocupa mucho que haya demagogos manipuladores aprovechándose de las pasiones de pueblo para destruir el progreso logrado por su magnífico e irreprochable gobierno. ¿De quién está hablando? Pues de Andrés Manuel López Obrador, es de suponer. Pos nada, un político tirándole mierda a un político opositor, cosa de todos los días.
Pero quizá el asunto va más allá. Las acusaciones de "cuidado con el populista, va a entrar a tu casa a robarte tu tele para dársela a los tarahumaras" no tiene nada de novedoso, pues ese mismo discurso ha estado presente desde antes de las elecciones del 2006. Sin embargo, la insistencia de advertir sobre este peligro justo ahora cuando el país está en llamas y los índices de aprobación de Peña están más bajos que nunca, me hace levantar la ceja en un gesto de suspicacia.
Creo que lo que verdaderamente le preocupa a Peña no es la demagogia. Después de todo, el PRI ha sido y sigue siendo el partido de la demagogia en México. El partido jurásico bien podría dar clases de demagogia, con acarreos de públicos para sus eventos, sus programas asistencialistas para mantener tranquila a la gente sin combatir de veras la desigualdad y la pobreza, su alianza con Televisa para tener candidatos galanes y primeras damas de telenovela, y su hábil explotación de los prejuicios, odios y temores comunes de los mexicanos.
Mi opinión de ciudadano que trata de estar informado es ésta: lo que le preocupa a Peña es el descontento social, producto de su escandalosamente corrupta administración y las diversas crisis por las atraviesa nuestro país. Creo que el discurso de Peña y sus esbirros pretenden desestimar el descontento y, sobre todo, deslegitimar sus manifestaciones en forma de activismo social, movimientos políticos, expresiones de protesta, insurrecciones y demás.
Peña admite que hay razones para estar descontento, PERO que no por ello hay que hacerla de tos. Serán los malvados demagogos los que busquen explotar ese descontento para hacer desmadre y romper la unidad de nuestro país. Una unidad que consiste en callarse la boca y seguir el proyecto del presidente. Los buenos mexicanos hacen esto, los malos mexicanos arman borlote que desestabiliza al país. Ya hemos visto esto antes también, un montón de veces, desde los discursos de Díaz Ordaz en el 68, hasta las llamadas de Calderón a la unidad durante la crisis del 2008. Es un buen fantasma para agitar frente a los ojos del público y hacerlo odiar no al que comete las injusticias sino al que se encabrona por ellas.
Un ejemplo muy concreto: centrar el tema del crimen de Ayotzinapa en la responsabilidad de siniestros demagogos que incitaron a manipulables jovencitos a andar de revoltosos, provocando con ello su muerte. Los malos no son los asesinos, lo indignante no son las condiciones sociales y políticas que llevaron a esos jóvenes a la insurrección; todos estaría bien y tranquilos si los demagogos no los hubieran incitado.
Las expresiones de descontento social pueden ser productivas y progresistas o pueden ser destructivas y regresivas. Que haya causas muy legítimas para indignarse no quiere decir que todas las formas de manifestarlo sean legítimas también. Hay que admitir esto, desde luego. Pero me parece propio de demagogos engañabobos el desviar la atención de los orígenes del descontento hacia las manifestaciones del mismo. Como dije antes, una revolución no se da nada más porque la gente se contagie de pronto con ideologías utópicas; no es como que antes todos estaban muy contentos y que de no ser por los malvados populistas manipuladores nunca se habrían rebelado.
En fin, como el Gran Hermano de Mil Novecientos Ochenta y Cuatro y sus lemas "la guerra es la paz, la libertad es esclavitud y la ignorancia es la fuerza", el gobierno trata de convencernos de un mundo al revés, en el que lo malo no es la injusticia, sino la reacción contra esa injusticia.
No es la primera vez que EPN trae a colación el asunto; ya lo había mencionado en su tercer informe de gobierno, y la advertencia ha estado presente en algunas otras declaraciones de políticos de su partido. Pues yo me pregunto, ¿a qué viene esto? ¿Por qué advertir contra el populismo cuando nuestro país pasa por crisis de: derechos humanos, inseguridad, economía, desconfianza en el gobierno, y demás? ¿Por qué de pronto le preocupa al gobierno eso del populismo?
Algunos conocidos me han dicho que no se debe confundir "populismo" con el peyorativo "demagogia". Según ellos, "demagogia" es un término indiscutiblemente negativo que implica la manipulación de las pasiones y deseos del pueblo para beneficio del demagogo. "Populismo" sería un término más neutral para describir un tipo de política que se enfoca en el bienestar del pueblo. Como sea, y para no meternos en camisa de once varas, creo que es seguro afirmar que Peña Nieto y sus achichincles usan "populismo" como sinónimo de "demagogia".
Va, pues, a Peña le preocupa mucho que haya demagogos manipuladores aprovechándose de las pasiones de pueblo para destruir el progreso logrado por su magnífico e irreprochable gobierno. ¿De quién está hablando? Pues de Andrés Manuel López Obrador, es de suponer. Pos nada, un político tirándole mierda a un político opositor, cosa de todos los días.
Pero quizá el asunto va más allá. Las acusaciones de "cuidado con el populista, va a entrar a tu casa a robarte tu tele para dársela a los tarahumaras" no tiene nada de novedoso, pues ese mismo discurso ha estado presente desde antes de las elecciones del 2006. Sin embargo, la insistencia de advertir sobre este peligro justo ahora cuando el país está en llamas y los índices de aprobación de Peña están más bajos que nunca, me hace levantar la ceja en un gesto de suspicacia.
Creo que lo que verdaderamente le preocupa a Peña no es la demagogia. Después de todo, el PRI ha sido y sigue siendo el partido de la demagogia en México. El partido jurásico bien podría dar clases de demagogia, con acarreos de públicos para sus eventos, sus programas asistencialistas para mantener tranquila a la gente sin combatir de veras la desigualdad y la pobreza, su alianza con Televisa para tener candidatos galanes y primeras damas de telenovela, y su hábil explotación de los prejuicios, odios y temores comunes de los mexicanos.
Mi opinión de ciudadano que trata de estar informado es ésta: lo que le preocupa a Peña es el descontento social, producto de su escandalosamente corrupta administración y las diversas crisis por las atraviesa nuestro país. Creo que el discurso de Peña y sus esbirros pretenden desestimar el descontento y, sobre todo, deslegitimar sus manifestaciones en forma de activismo social, movimientos políticos, expresiones de protesta, insurrecciones y demás.
Peña admite que hay razones para estar descontento, PERO que no por ello hay que hacerla de tos. Serán los malvados demagogos los que busquen explotar ese descontento para hacer desmadre y romper la unidad de nuestro país. Una unidad que consiste en callarse la boca y seguir el proyecto del presidente. Los buenos mexicanos hacen esto, los malos mexicanos arman borlote que desestabiliza al país. Ya hemos visto esto antes también, un montón de veces, desde los discursos de Díaz Ordaz en el 68, hasta las llamadas de Calderón a la unidad durante la crisis del 2008. Es un buen fantasma para agitar frente a los ojos del público y hacerlo odiar no al que comete las injusticias sino al que se encabrona por ellas.
Un ejemplo muy concreto: centrar el tema del crimen de Ayotzinapa en la responsabilidad de siniestros demagogos que incitaron a manipulables jovencitos a andar de revoltosos, provocando con ello su muerte. Los malos no son los asesinos, lo indignante no son las condiciones sociales y políticas que llevaron a esos jóvenes a la insurrección; todos estaría bien y tranquilos si los demagogos no los hubieran incitado.
Las expresiones de descontento social pueden ser productivas y progresistas o pueden ser destructivas y regresivas. Que haya causas muy legítimas para indignarse no quiere decir que todas las formas de manifestarlo sean legítimas también. Hay que admitir esto, desde luego. Pero me parece propio de demagogos engañabobos el desviar la atención de los orígenes del descontento hacia las manifestaciones del mismo. Como dije antes, una revolución no se da nada más porque la gente se contagie de pronto con ideologías utópicas; no es como que antes todos estaban muy contentos y que de no ser por los malvados populistas manipuladores nunca se habrían rebelado.
En fin, como el Gran Hermano de Mil Novecientos Ochenta y Cuatro y sus lemas "la guerra es la paz, la libertad es esclavitud y la ignorancia es la fuerza", el gobierno trata de convencernos de un mundo al revés, en el que lo malo no es la injusticia, sino la reacción contra esa injusticia.