Martes 12 de julio de 2011
Narraba el presidente Felipe Calderón la hazaña de Julio Gómez, quien con la cabeza vendada a causa de una herida de ocho suturas anotó de chilena el gol de la victoria sobre Alemania,
mientras los noticiarios nacionales informaban de 97 hombres y mujeres ejecutados, incluso 10 decapitados en Coahuila.
Al incluir el balompié en la política, el primer mandatario dijo que ese deporte es la solución a los problemas de obesidad, diabetes y “hasta de inseguridad y violencia”. Haberlo sabido.
Sonriente en todo momento, Calderón departió con el presidente de Chile, Sebastián Piñera y el presidente de FIFA, Joseph Blatter, en la apertura del Centro Interactivo Mundial del Deporte y el Salón de la Fama Internacional de Futbol.
Son las imágenes de México proyectadas al mundo. De un lado, la euforia por los futbolistas menores de 17 años, convertidos en héroes. Del otro, los intensos baños de sangre y las escenas de cuerpos inertes, cuando no decapitados, pendientes de puentes y árboles, o hechos trizas.
El presidente asistió a la final de la Sub 17 y descendió al campo de juego para entregar la copa a los campeones mexicanos.
No pierde oportunidad de aparecer al lado de triunfadores de eventos deportivos aunque éstos no deban nada al gobierno.
Esta vez
recibió Calderón una andanada de chiflidos y abucheos, ignorados por casi todos los medios informativos.
Fue recordado el grito colectivo de ¡huleeeero!, dedicado a Miguel de la Madrid en el mundial de 1986.
POR MUY ENFIESTADOS que estemos por el futbol de los jóvenes,
no se puede permanecer de espaldas a los desmanes del hampa que suceden en la República. De viernes a sábado pasados se registraron 97 homicidios, 20 en el bar Sabino Sordo de Monterrey, 12 en Chihuahua, 11 en el Valle de Chalco —Estado de México—, 11 en Sinaloa, 8 en Acapulco y 10 en Torreón, Coahuila, entre otros.
Aterró lo sucedido en Torreón, donde siete hombres y tres mujeres fueron decapitados. Los cuerpos aparecieron en distintos puntos de la ciudad y sobre una Ford Ranger fue colocada la cabeza de una mujer. Estas escenas macabras se multiplican en casi todo el país.
Alejandro Poiré, secretario técnico del Consejo de Seguridad Nacional, llamó “absurda e irracional” la guerra entre los cárteles y reprobó la agresividad de los delincuentes. Pero no dice este vocero, que ya fastidia con sus comentarios, quién propició los escenarios de muerte.
Según Poiré, la “guerra” contra el crimen organizado fue a petición de ciudadanos y autoridades locales. Falso. Se han publicado cientos de veces los detalles de cuando el presidente Calderón hizo esa declaratoria, por sí mismo, e incluso se vistió de soldado.
Cuando los militares fueron enviados a iniciar la “guerra” en Michoacán, sin saber por qué fue escogida esa entidad, nadie fue consultado. Incluso fue ingnorado el Congreso de la Unión.
Casualmente, en estos días fueron enviados 1,800 agentes de la Policía Federal a la entidad tarasca, supuestamente a combatir a Los Caballeros Templarios (principalmente a La Tuta) separados de la Familia Michoacana. Según Poiré, esa mafia ya había sido replegada, pero ahí sigue, tan agresiva como siempre.
Los agentes federales, con indumentarias militares hicieron un acto de fuerza, al disparar sus armas al cielo. Uno de sus jefes los arengó con ayuda de un altoparlante, a perseguir y ultimar a los criminales.
¿Van a despejar el camino a Luisa María Calderón, la hermana del Presidente, que quiere ser gobernadora de Michoacán?